Presentación de libro/ «Cartografías del feminismo mexicano, 1970-2000»

De Cartografías como libro
Por: Cynthia Pech
Texto leído en la Feria del Libro
Zócalo, Ciudad de México
18 de octubre de 2007

El libro que hoy se presenta es el resultado del esfuerzo colectivo de un grupo de mujeres que durante tres años nos reunimos cada semana alrededor de la Coreografía de Género y Cultura, proyecto apoyado por el Programa Universitario de Estudios de Género, de la UNAM, para acercarnos, descubrir, pensar y repensar los temas planteados por el feminismo en territorio mexicano.
Como hemos anotado en la presentación, “con el concepto de Cartografías, se quiere indicar la deriva que lleva no al recuento absoluto ni a la historia lineal, sino a la demarcación de contornos de un territorio temático y organizativo, el del feminismo mexicano” (p. 11) Pensando en ello, el presente libro fue concebido como una especie de mapa en donde pudieran señalarse “las fronteras temáticas del feminismo mexicano, las recurrencias y obsesiones, sus olvidos y omisiones; así como la existencia de los feminismos en México” (p. 12) Sin duda, los textos aquí publicados dan cuenta de la heterogeneidad de los feminismos en México y por ello, las colaboraciones fueron organizadas en tres apartados temáticos:
1. Proyección a escala, en donde se aborda la historia del movimiento feminista;
2. Situando las coordenadas: el horizonte del feminismo en México, en donde se sitúan los problemas y temáticas a las que se enfrenta el feminismo mexicano hoy;
3. Longitud de cambio: de la memoria a la palabra: donde se recogen los testimonios directos de varias feministas en estos treinta años de feminismo del que da cuenta el libro.

En esta intervención, yo les voy a hablar de algunos de los textos que conforman los apartados 2 y 3.
En el apartado Situando las coordenadas: el horizonte del feminismo en México, podemos leer en principio el texto de “Maternidad elegida: Recuerdos ficciones y olvidos del movimiento feminista”, de Alba Elena Ávila, mejor conocida como Yanina, en donde hace un recuento de la lucha feminista a favor de la maternidad elegida y lo hace tomando como punto de partida la crónica que Marta Acevedo realizó para el semanario ¡Siempre! en 1970 bajo el título de “Nuestro sueño está en escarpado lugar”, el cual daba cuenta de la reunión celebrada en San Francisco, California, el 26 de agosto de 1970, y en la que participaron distintas feministas estadounidenses, organizadas y de manera independiente, “que se manifestaron en contra del papel que la sociedad había impuesto a la mujer declarándose ese día en huelga y arrojando al basurero los objetos representativos de su opresión” (Acevedo)
Desde ese momento, “la elección del tipo de vida se ha convertido en una realidad que hace que las mujeres contemporáneas puedan interrogarse sobre aspectos básicos de su identidad, como por ejemplo, si desean o no ser madres”. Así, a lo largo de este texto, Yanina se aventura a esbozar el camino que llevaría no sólo a la despenalización del aborto, sino al reconocimiento de que la maternidad y la sexualidad de las mujeres se ejerzan de manera libre y voluntaria.
Por su parte, Aída Hernández Castillo, en el ensayo “Entre el etnocentrismo feminista y el esencialismo étnico. Las mujeres indígenas y sus demandas de género”, propone, como ella misma lo señala, un análisis de “la experiencia de las feministas indígenas mexicanas y los argumentos con los que este incipiente movimiento nacional está descentrando los discursos nacionalistas, indianistas y feministas”. Asimismo, da cuenta de cómo “un grupo aún minoritario de mujeres indígenas, procedentes de diversas regiones del país y con distintas historias organizativas, ha venido articulando sus luchas a partir del levantamiento zapatista, iniciado el 1º de enero de 1994, con una agenda política en la que combinan sus demandas específicas de género con las demandas autonómicas de sus pueblos”. Se trata, nos dice la autora, “de una lucha por muchos frentes. Por un lado, las mujeres indígenas organizadas han unido sus voces al movimiento indígena nacional para denunciar la opresión económica y el racismo que marcan la inserción de los pueblos indios en el proyecto nacional. Por otro lado, estas mujeres están desarrollando un discurso y una práctica política propia a partir de una perspectiva de género situada culturalmente, que viene a cuestionar el sexismo y esencialismos de las organizaciones indígenas, y también el etnocentrismo del feminismo hegemónico” (:266-267)
Siguiendo con el análisis de la participación política de las mujeres, Itzel Hernández Lara, en su ensayo “La opción política feminista en los últimos años de la década de los noventa”, dibuja el camino que siguió el feminismo militante hasta su incorporación en el juego político nacional y la inserción de una agenda feminista al debate público.
Por último, Márgara Millán, en “Traducción y política del feminismo mexicano contemporáneo” habla de “tres importantes revistas del feminismo contemporáneo en México, que a su vez constituyen parte del espectro político feminista en el país”. Las publicaciones que revisa son Fem (1976); Debate Feminista (1990) y La Correa Feminista (1991). Millán se da a la tarea de “examinar sus políticas de traducción”, es decir, revisa “qué autoras y/o autores eligen, y en qué alineamiento significativo colocan el texto traducido de cara al contexto político nacional”, Así, la autora “lee, desde esos referentes, el campo de definiciones que articula el feminismo en México, por lo que expresamente afirma o por lo que omite. Finalmente hace una reflexión sobre los puentes que tiende o cancela este feminismo con los principales movimientos políticos locales y las mujeres que en ellos participan” (:311)

El tercer apartado, Longitud de cambio: de la memoria a la palabra, comienza con el texto de Leticia Armijo, que recupera el papel de las mujeres compositoras en el panorama nacional del siglo XX y ofrece el testimonio de la importancia que el Colectivo de Mujeres en la Música ha tenido en la difusión de la obra musical de las mujeres de México y de otros países desde que surgió en 1994.
Por su parte, Georgina Baltasar Gaitán, en “Mujeres en rotación. Una aproximación al ciberfeminismo en México”, nos introduce por las redes ciberespaciales del feminismo mexicano y para ello retoma el testimonio de Ximena Bedregal, editora y fundadora de La Correa Feminista; editora de la Triple Jornada y creadora del sitio www.creatividadfeminista.org.
Otro testimonio del que se da cuenta en este apartado, es el que recoge Coral López de la Cerda sobre el cine militante de los setenta y ochenta en el texto “Cine sobre mujeres hecho por mujeres. Colectivo Cine-Mujer”. Importante resulta el trabajo que el Colectivo emprendió para reflexionar, discutir y denunciar, a partir de sus proyectos fílmicos, sobre el aborto, la violencia, el trabajo doméstico, la prostitución, la sexualidad y las mujeres en las maquiladoras. (:370)
En “De la vida y el arte como feminista”, la artista visual y performanecera Mónica Meyer nos ofrece su testimonio directo sobre su participación en el movimiento artístico feminista de los ochenta y su experiencia como precursora, junto con Maris Bustamante, del performance en México, así como su visión del performance en estos tiempos de globalización.
Finalmente, y para cerrar este apartado testimonial, se reproduce la conversación que Nora Nínive García tuvo con Graciela Hierro. En dicha entrevista, titulada, “Feminismo, educación y cuerpo”, se aborda la propuesta de esta filósofa en torno a la educación como fin ético y particularmente, sobre su propuesta de educación para la madurez y la vejez.
Como pueden darse cuenta, lo que pretende esta cartografía, es mostrar los caminos, veredas, atajos, atascos, y fronteras, del feminismo en México y mejor dicho, como apunta Márgara Millán en la Introducción de este tomo: esta cartografía busca “la descripción de un sujeto (las mujeres) que se desdobla y se vuelve complejo en la medida que su conciencia genera intervención política y cultural. Imaginario que se nutre de la experiencia múltiple, donde un discurso ya no puede intentar representar al colectivo, donde lo que importa es la enunciación de la propia voz para re(conocerse). No sin poesía y humos, el poder de las mujeres se visibiliza en este nuevo siglo como un poder activo y productivo” (p. 27).