La desesperanza es el espacio vital de la Historia
-los ancianos descubrieron eso.
Najwan Darwish
(Publicado en Mosches, E. (Coord). (2024) Palestina: lucha e identidad anticolonial. México: Brigada para leer en libertad.)
El breve epígrafe del poeta palestino N. Darwish (2017: 40), alude justo al alegato que a propósito del mal llamado “problema palestino”[1] se ha tratado para justificar la ocupación colonial de los territorios de Palestina. Y sí, no es un problema porque definirlo así implica que no hay una asunción de culpabilidad por parte de quienes han perpetrado la ocupación y el exterminio de los palestinos de su propia tierra. El problema es, quizá, comprobar, una vez más, que la Historia conocida como “problema palestino”, es la de quienes preceden el discurso oficial y que me niego a nombrarlos como vencedores puesto que me parece que en estos tiempos ese término habría que quitarlo del diccionario y usar uno más pertinente para definir los actos de prepotencia y poder que algunos utilizan para tratar de someter a otros y hacerlo obligándolos al exilio o provocándoles la muerte. Una muerte que hoy no sólo se contabiliza en los más de 34 mil asesinados en la guerra de exterminio que se vive en Gaza, sino la muerte sistemática de quienes deben salir de su territorio para, irónicamente, tratar de preservar una vida que nunca será la misma.
La ocupación por parte de Israel ha sido gradual y legitimada a partir de su reconocimiento como Estado. De ello, nos hablan los poetas y narradores que, por años, han vivido con la guerra en lo cotidiano que conlleva la muerte y el desarraigo, pero también, su propia Historia. Una Historia que ha buscado contarse desde los diferentes frentes que el propio desgarre ha encontrado para hacerlo, uno de estos frentes es el literario que, sin duda, alcanza, en el caso palestino, el espacio simbólico que logra devolverles, de cierta manera, su condición de palestinos a través de la palabra que se enuncia común.
Adentrarse a la literatura de Palestina, es emprender un viaje por la palabra viva en voz de quienes, en la cotidianidad de su ser, escriben para que no se olvide la experiencia de la herida de un pueblo vivo que, a partir de la ocupación que les ha negado el reconocimiento como ciudadanos de un país, escriben lo que no se pude decir de otra manera, pero, sobre todo, decirlo con un eco necesario que logre escucharse. De tal forma que, de manera general, dos son las temáticas que atraviesan a esta literatura: la guerra y el exilio.
Por literatura de Palestina debe entenderse a la producción literaria transfronteriza, es decir, que trasciende las fronteras de Palestina y que alcanza no sólo a los palestinos que se encuentran ya sea en Gaza o Cisjordania, sino a los exiliados alrededor del mundo. En este sentido, las experiencias de muerte y desarraigo, tiñen de tinta voces de distintas generaciones y lugares; su escritura no es otra cosa que un fenómeno comunicativo que permite poner en común la “causa palestina” de aquellos a los que el Estado de Israel ha negado agencia y voz, y que, desde lo más humanamente posible, hablan de un drama humano y por ello, cercano.
Las experiencias de muerte vividas a raíz de la guerra son contadas por quienes la han vivido de frente, pero también, desde el exilio. Es quizá, la literatura en el exilio la que más ha reverberado sobre lo vivido en territorio Palestino. En ella, el dolor emana en una escritura encarnada que se ejerce como acto constitutivo en un presente continuo desde el lugar de quienes son testigos, de una y varias maneras, de lo que significa tener una tierra, pero al mismo tiempo, no tenerla. Además, las experiencias vividas de las que esta literatura habla, rememoran la violencia vivida en carne propia o bien, la vivida por los que ya no están. De tal manera, esta literatura es también memoria viva que, mediante el ejercicio de la escritura, convierte a lo vivido en un hecho de verdad y no sólo por lo que el propio enunciante que escribe vive, sino por lo que en su escritura hay de historias silenciadas.
La literatura de Palestina puede entonces definirse como acontecimiento de verdad ya que en ella acontecen los sucesos que recuerdan, no olvidan, reviven, la herida que ya forma parte de la memoria palestina, una memoria colectiva que se opone justo a la historia oficial, es decir, a la memoria histórica creada por quienes buscan silenciar a los palestinos.
En esta literatura, el dolor, el desarraigo, la memoria y la resistencia, están presentes y lo que late, siempre, es una voz que se enuncia como testigo del horror que significa el ser exiliado: personas sin huella, refugiados de sí mismos y en lugares desconocidos, extranjeros permanentes en condición siempre de extrañeza. Tal y como el poeta palestino, quizá el más conocido, Mahmud Darwish (1941-2008), muestra el exilio de la larga noche en su estética poética, así como establece la condición del poeta palestino como aquel por el que el poema pasa siempre “aniquilando al poeta” (Darwish, 2020-2021: 55) M. Darwish es el poeta que sienta una tradición en torno al papel del poeta en tiempos de la ocupación israelí que le valió la cárcel y posteriormente, el exilio. Jamás el poeta pudo permanecer ajeno a los sucesos cotidianos en Palestina, que como hoy, “los soldados calculan la distancia entre el ser y la nada con la mirilla del tanque” (Darwish, 2020-2021:55).
La escritura como acontecimiento asume no sólo a la poesía, también a la narrativa; ambos géneros han expandido sus propios límites más allá del poema o la narración tradicional. La literatura de Palestina está atravesada por esa necesidad de decir lo que necesita saberse y lo hace también desde los medios digitales y los distintos espacios de exilio desde donde los escritores se enuncian, como Lina Meruane, quien “es la agonía de las cosas” lo que quiere salvar (Meruane, 2013: 16) y lo hace en toda su obra literaria en donde vuelve a Palestina una y otra vez que la escribe y lo hace en recuerdo de sus antepasados que huyeron de la ocupación y el despojo.
La escritura, como experiencia interiorizada de las ruinas del desarraigo, rompe el silencio que acompaña al exiliado real y simbólico. Y es que el exilio, es ese momento-espacio de suspensión del uno mismo, ese no-lugar donde el que lo vive, ya sea como experiencia de un desplazamiento territorial y/o existencial, encuentra en la memoria la única posibilidad para escribir una historia. Así, el exiliado se convierte en el guardián de esta memoria colectiva que, ya lo escribió Maurice Halbwachs (2004), es la que le da cohesión a un grupo y se opone a la memoria histórica como narrativa oficial. En este sentido, la memoria se presenta como una contra-narrativa, es decir, como un discurso y escritura de resistencia.
Resulta ilustrativo de lo anterior, el número que la revista literaria Blanco Móvil (2020-2021), dedicó a Palestina y su literatura. Este número es uno de las pocas antologías de la literatura de Palestina traducidos al español y publicados en México. Llama la atención que los poemas y narraciones recopiladas en él, se adhieren a una práctica biográfica que preserva no sólo la memoria de quien escribe, sino de una colectividad que no se escucha. ¿Son estos textos testimoniales? Sí. El valor del testimonio es su paradoja: hay una línea muy tenue entre la experiencia vivida y la historia narrada; sin embargo, la potencia del testimonio radica en la revelación que hace sobre sucesos que, si no se recuerdan, de generación en generación, de escritura en escritura, se olvidan.
Los poetas y narradores de este número escriben esa memoria que aviva una Palestina que intensamente existe en las experiencias de la guerra, el exilio, la resistencia, el sueño del regreso, el desarraigo, la extranjería y, sobre todo, el deseo de justicia.
Sobre la guerra y la resistencia a la ocupación, se incluye una serie de testimonios a manera de “Fragmentos de Gaza”, en donde se recopilan fragmentos de textos de las redes sociales digitales durante el ataque israelí contra la población palestina en la Franja de Gaza en julio-agosto de 2014. En uno de ellos, Lena Khalaf Tuffaha, escribe sobre la experiencia de la guerra a partir de una llamada que reciben del ejército israelí, apenas con un minuto de diferencia antes de que su casa sea bombardeada… O Jalid Yuma, para quien “el sueño de conseguir un cigarrillo es tan lejano como el sueño de liberar Palestina” (Yuma, 2020-2021: 39); o Mahmud Yawda, quien escribe “Imagínese, que mientras todo esto pasa por tu mente, lo único que puedes hacer es agarrar la cajita de dulces en la cual guardas tus documentos oficiales y correr para morir 10 veces; o te quedas en tu casa, para morir solo una vez” (Yawda, 2020-2021: 40)
Si bien la muerte está de una u otra manera presente en los poemas y narraciones, en “El cadáver”, un poema de Najwan Darwish, “Un cadáver que gotea el universo” es “Un cadáver repetido casualmente en los poemas” (N. Darwish, 2020-2021: 67). La muerte está presente cada que “vuelven los aviones y bombardean una casa” (M. Darwish, 2020-201: 57) o atraviesan con sus buldózer el perímetro de la huerta ocupada, tal y como lo refiere Liana Badr, en el relato “Una huerta sólo se riega con agua del cielo” (Badr, 2020-2021: 12-18).
Sobre la resistencia y la condición de refugiado, Ashraf Fayadh escribe en “Los últimos descendientes de los Refugiados”:
Refugiado: el último de la fila, esperando tu pedazo de patria.
Esperar: ya lo había hecho tu abuelo, sin saber por qué.
El pedazo: eres tú.
Patria: un carnet para colocar en la billetera.
Billetes: papeles que llevan el retrato de los jefes.
Retrato: ocupa tu lugar hasta que vuelvas a tu país. (Fayadh, 2020_2021: 59)
Volver es el deseo del exiliado. Estar en la patria, en Palestina, es además el sueño de quienes viven el insilio, ese exilio que define a quienes viven en su lugar de origen y contienen su tragedia en silencio. El territorio que no poseen, que se les ha negado, es hoy ese pedazo de la Tierra donde los naranjos esperaban para contar la historia, para acariciar con su sombra la herida, para cubrir con el olor de su fruto un viaje que ha sido demasiado largo y que hoy, frente a nuestros ojos, ya nada queda de eso pues el ejército israelí lo ha destruido todo en esta incursión genocida ante los ojos de todo el mundo. Hoy, la banalidad del mal se repite, esta vez no es el soldado nazi que obedece para destruir al otro. Hoy es la maquinaria israelí que obedece para destruir a todo un pueblo, borrarlo justificando un genocidio que es injustificable. Las garras de la ocupación se extienden sobre Palestina y ante los ojos del mundo, un mundo que desde hace mucho ya es ciego. Ante este panorama es que la literatura de Palestina, como acontecimiento de verdad, mantiene la memoria viva hoy más que nunca.
Refrencias:
BADR, Liana. (2020-2021), “Una huerta sólo se riega con agua de cielo”, en Blanco Móvil, No. 147-148, dedicado a Palestina: palabras en tiempos oscuros, México, Otoño-Invierno, pp. 12-18.
DARWISH, Najwan. (2017), Durmiendo en Gaza, México: Valparaíso.
DARWISH, Najwan. (2020-2021), “El cadáver”, en Blanco Móvil, No. 147-148, dedicado a Palestina: palabras en tiempos oscuros, México, Otoño-Invierno, p. 67.
DARWISH, Mahmud (2020-2021), “Dossier”, en Blanco Móvil, No. 147-148, dedicado a Palestina: palabras en tiempos oscuros, México, Otoño-Invierno, pp. 43-58.
FAYADH, Ashraf. (2020-2021), “Los últimos descendientes de los Refugiados”, en Blanco Móvil, No. 147-148, dedicado a Palestina: palabras en tiempos oscuros, México, Otoño-Invierno, pp. 59-63.
HALBWACHS, Maurice. (2004), La memoria colectiva, España: Prensas Universitarias de Zaragoza.
MERUANE, Lina. (2023), Palestina en pedazos, España: Random House.
MARUANE, Lina. (2013), Volverse Palestina, México: CNCA-Literal Publishing.
YAWDA, Mahmud. (2020-2021), “Gaza; de su cuenta de Facebook”, en Blanco Móvil, No. 147-148, dedicado a Palestina: palabras en tiempos oscuros, México, Otoño-Invierno, p. 40. YUMA, Jalid. (2020-2021), “Ramala; de su cuenta de Facebook”, en Blanco Móvil, No. 147-148, dedicado a Palestina: palabras en tiempos oscuros, Méxic
[1] Para la escritura chilena de origen Palestino Lina Meruane, la utilización del término “problema palestino”, es a todas luces un eufemismo que el “estado sionista”, dice, acuñó para no reconocer su responsabilidad en la ocupación y las consecuencias que ha traído para los palestinos la expulsión de sus propias tierras. (Ver Meruane, 2023: 132-135)