Más allá del individuo: la sociedad herida
Por: Cynthia Pech*
Patricia Bifani-Richard, Violencia, individuo y espacio vital. México: Universidad de la Ciudad de México, 2004, 245 páginas.
Este trabajo ensayístico supone un gran intento por ahondar en el tema de la violencia, sin duda, un tema retomado por muchos estudiosos y desde múltiples visiones. Sin embargo, y pese a que el tema principal tratado en Violencia, individuo y espacio vital, se suscribe dentro de los estudios llamados de la paz o solución de conflictos, intuyo que la cualidad específica de este texto, es que repunta su perspectiva sobre una cuestión reflexiva de interés filosófico de principio: ¿por qué el ser humano es violento?
No hay duda que esta cuestión resulta hoy en día, una cuestión que sobre pasa los límites de la pregunta ontológica y se convierte en tema de actualidad y hasta en algo cotidianamente noticiosos —por ello, a mi entender, la autora no habla de sujeto sino de “individuo”, es decir, individuo como “ser” social, que interactúa socialmente—.
Es un hecho que los periódicos y sobre todo, la televisión, nos dan muestra que la realidad supera cualquier ficción. La violencia se vive, se ve, se siente día con día más allá de nosotros mismos: en casa, con el vecino, con el amigo, con el desconocido. Sin duda, con la otredad. Pero ¿qué suscita la violencia?
En este ensayo, la autora indaga sobre el tema desde una visión fenomenológica y vierte sus fundamentos hacia una explicación de la experiencia vivida por el ser humano que se desglosa entre el instinto y la voluntad y en este sentido, muestra las contradicciones mismas que el término contiene. Por un lado, resume parte de la esencia del ser humano como parte de la “naturaleza”, pero por otro, lo aísla a una cuestión de libertad de decisión que posibilita su situación “social”.
Evidentemente, las disertaciones de la autora, que están atravesadas por estas contradicciones, logran centrar el análisis en el punto que le preocupa y del cual nos habla continuamente: el ser humano y su entorno —que ella denomina “espacio vital”—. Para ella el espacio es “el eje primario de arraigos, identidades y encuentros, así como el centro vital de la toma de conciencia y elaboración de la historia” pero, al mismo tiempo, “es también centro privilegiado de violencias y agresiones”. Por ello, cuando se habla de entorno hay que entenderlo como el espacio social: las relaciones humanas y sus convenciones, los “espacios vitales” que los seres humanos hemos devastado para crear otros que hemos convertido en nuestros “hábitat” y que hemos construido bajo el principio de violentar el medio —nuestro medio— ambiente. Y aquí cabe preguntar ¿por qué esta despreocupación por el medio ambiente? Quizás se deba a la creencia de que los seres humanos poseemos el derecho al dominio de la naturaleza —cosa que hoy resulta una falacia— y por supuesto, el dominio sobre todos aquellos seres vivientes que nos resultan “dominables” —cosa que hoy resulta más que probable—.
Lo que median los “espacios vitales” son las relaciones desiguales en donde lo “inferior” y lo “superior” se colocan como graduaciones reguladoras de la conducta humana a partir de un hecho —visto como trasgresión— que a veces tiende hacia la creación pero muchas otras, hacia la destrucción: las formas de ejercer la violencia en una sociedad que cada vez se convierte más en la caja de Pandora.
Me parece que el gran reto de este libro es que, lo planteado por Bifani-Richard, nos ayuda a contextualizar el problema de la violencia y del ser humano violento en los actuales tiempos que estamos viviendo bajo la denominada “globalización” y en un tiempo de “guerras preventivas”. Para ello, hace uso de varios ejemplos que le sirven para ponernos en situación de sus apuestas analíticas, a partir de descubrir en ellos los distintos espacios violentados —o “espacios heridos”, como los enuncia ella—.
Con los ejemplos utilizados, la autora se remonta, ejercitando una política de la memoria, el caso de la tortura y la muerte, tema sensible que hace reflexionar sobre una realidad vivida en muchos países y que, efectivamente, consigue recordar para que no olvidemos. Asimismo, la autora reflexiona sobre las diferentes formas como los seres humanos violentan los espacios vitales de todos aquellos que le son “diferentes”, con ello, me parece, abre un intervalo a la reflexión sobre el ejercicio del poder a partir de la violencia. Sobre esto, la autora, se atreve a mostrarnos las diferentes formas en que la violencia se ejerce pero también, se vive.
La historia va marcando los tiempos y los destiempos en este texto. Hoy, la tortura ya no sólo la ejerce el Dictador, el General o el que recibe las órdenes supremas de ejercerla. La tortura es una forma de violencia que se encuentra presente en nuestra vida cotidiana y que además, se vive en muchos de los países de Latinoamérica y en países ocupados militarmente en otras regiones. La idea de un Estado represor se manifiesta en las formas —aún existentes, de múltiples maneras, en los actuales estados democráticos formales—, repito, en que la violencia se está dando a partir de las diferencias sociales —que se sustentan en las relaciones económicas desiguales, como bien apunta la autora—, y que llama la atención el poder de magnificación que está cobrando y que ella, sin duda, se acerca al estudiar los diferentes espacios violentos como son las dictaduras, la situación de la mujer en el mundo islámico de la burka o los espacios donde se manejan los dobles discursos de la política armamentista: lo antibélico versus lo bélico. Aún hay más, lo antibélico igual a “la paz”, pero ¿qué es la paz? ¿Es solamente la solución de conflictos? ¿o es un estado de tranquilidad del ser humano?
A lo largo de 245 páginas de este ensayo, la expectativa sobre el tema se abre hacia caminos insospechados que la autora va tratando de atajar aportando las pistas necesarias para una lectura continua. Sin duda, se trata de un trabajo rico conceptualmente en el que la autora apuesta por conceptos como “ser-en-el- mundo”, concepto clave para la formulación del concepto bienvenido de “ser en el espacio de la sociedad” en el que la autora aterriza su digresión.
Reitero que se trata de un trabajo de actualidad y que abre una ventana más hacia donde puede ir la discusión sobre “la violencia del individuo sujeto a su espacio vital”. Sin duda, este texto escrito en forma plausible, incita a una lectura detenida y se presenta como referencia obligada para futuras discusiones que hoy todavía son de actualidad.
* Publicada en Revista Cultura Urbana, No. 3, ago-jul 2005, págs. 63-64 (México).